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ANDROMEDA y La Balsa de la Medusa

de Jean-Louis Gericault

MEDUSA oil painting 1993.jpeg

La Balsa de La MEDUSA

pintura al óleo

1993

Este cuadro representa la historia de Andrómeda, una princesa etíope muy bella cuyos padres la encadenaron a una roca para pagar una ofensa que le habían hecho ellos a Poseidón, el dios del mar.

En el lienzo, como si estuviera saliendo de la vela del gran barco que hay en el muelle, se ve la cara de Perseo, el héroe que la salva y que destruye el mosntruo marino que manda Poseidón como castigo. Según el cuento, Perseo tenía el respaldo de Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría que le prestó el escudo con la cara de la Medusa (la Gorgona que el propio Perseo habia vencido, evitando que ésta lo tornara en piedra) y de Hermes, el dios "abrecaminos" que le presta sus sandalias para que vuele y el sombreri que hace al héroe invisible.

Andrómeda es un mito. Muchas veces decimos que algo es un "mito" o una fantasía, para indicar que no es verdad. Sin embargo, para mí los mitos como el de Andrómeda explican grandes verdades que todos llevamos dentro. Lo que pasa es que no son verdades "a secas", frías, como cuando uno habla del nitrógeno o de la fuerza de la gravedad en la ciencia. Un mito es una verdad bella. Para entenderlo hay que mirarlo como quien mira un decorado, la fachada armoniosa de un edificio, las proporciones -- en conjunto-- de un cuello humano erguido, de un pecho y de unas piernas, para formar un cuerpo hermoso.

 

Cuántas veces no nos damos cuenta de lo encadenados que estamos, como Andrómeda, gracias a los errores, digamos, de nuestros padres.... En mi lienzo, Casiopea e Cefeo están sentados en la cima de la roca donde sufre encadenada la hija. Están literalmente "encantados de la vida", en su propio mundo, insensible al absurdo que ellos mismos han creado. Pero gracias a ese absurdo también surge Perseo, nace la posibilidad de la liberación. En este sentido el mito puede estar enseñándonos a ver nuestras dificultades como puertas a la felicidad, al heroísmo. Puede estar incluso sugiriendo que si les achacamos todos nuestros males a nuestros padres, entonces sí que nos quedamos encadenados y nos traga el tiburón. Hay que verlo todo en su totalidad, en su conjunto -- hay que ver como todo se relaciona en el universo, como cuando combinamos mesas y lámparas y ventanas dentro de un cuarto, guiándonos por nuestro sentido de lo bello.

Por cierto, cuando pensaba yo cómo representar en mi tela el escudo de la Medusa (que lleva Perseo como protección), quise hacer algo distinto, que no fuera un escudo directamente. Me pregunté, ¿en la vida real, qué quiere decir la cara de la Medusa?  ¿Qué cosa tiene la fuerza de convertir -- como la Gorgona -- al que lo mira en piedra? Mi respuesta: el arte.

El artista, el escultor, si quiere, puede hacer esto, petrificarte, de tres maneras. Puede darte tremendo "shock", o sea, estremecerte con su pintura u obra de arte visual. Puede, en efecto, no impresionarte, es decir, dejarte frío e inmóvil como una piedra con su obra. Pero puede de cierto modo captar tu esencia pensante, tu imaginario, o tu corazón, dentro de su escultura para siempre, en su piedra o mármol.  Por eso se me ocurrió representar la cara o faz de la Medusa, como una obra de arte:

Me vino a la memoria, pues, el cuadro de La Balsa de la MEDUSA, pintado por el francés Jean-Louis Gericault en el siglo XIX. Y es el cuadro que se ve en mi lienzo como si lo estuvieran bajando al muelle unos estivadores. Perseo, que está "invisible" en el mismo barco, se vale del "arte" de la Medusa del artista Gericault para liberar a la princesa de sus cadenas. ¡Cuánta gente no se ve en el muelle de esta escena totalmente indiferentes, fríos como la piedra, a la Andrómeda encadenada! ¡Los mismos padres de la princesa parecen como hechos de piedra en su elevado trono! . . . ¿Y nosotros hoy en el 1993 que nos paramos a mirar este cuadro en la sala de sus nuevos dueños, Jorge Don Guzmán y Diana Weaver Don, en Miami . . . , qué sentimos?

Por supuesto que su autor, que estos renglones escribe, con mezcla de humildad y vanidad, está seguro de haber logrado algo, aunque sea el mero hecho de unir épocas dispares dentro de una sola composición. Allí están el automóvil y hasta el marinero leyendo el periódico, para sugerir que la Antigüedad y la Edad Moderna, cuando se trata de mitos, nos enseñan juntas las grandes verdades.

Andrómeda, Perseo, los reyes de Etiopía, y hasta Poseidó, si aceptamos la fuerza de nuestra fantasía, están aquí con nosotros y dentro de nosotros, en esta sala.

José F. Grave de Peralta

Miami, Florida, 1993

Este texto lo redacté en el susodicho año a petición de Diana Don, que me explicó cómo le gustaría saber lo que me había inspirado a crear esta obra. A ella y a Jorge siempre les estaré muy agradecido.

 

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