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La Reina Eustoquia
Madre casamentera en Persiles y Sigismunda
Tres Sinopsis de la Novela

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Parte Una

Sinopsis Sencillo de la Novela

 

     En sus modernas ediciones, Persiles y Sigismunda se divide en cuatro partes: la del Libro I comienza in medias res, con el viaje de peregrinaje a Roma que se proponen dos jóvenes escandinavos, él, de Noruega, y ella de Frislandia, por motivos religiosos. Persiles y Sigismunda son de sangre azul, pero viajan haciéndose pasar por hermanos, bajos los nombres de Periandro y Auristela, y a poco de fugarse del palacio del joven en Noruega, el corsario que les da pasaje los hace caer en manos de una secta mesiánica que la harían a ella madre de una raza nueva, y a él le sacarían el corazón para mezclar sus cenizas con el brebaje que tomaría uno de la secta, antes de engendrar en ella el supuesto redentor. Pero todo lo antedicho sucede antes de comenzar la novela, que abre su primera escena un año después del secuestro y separación de los jóvenes. En el primer capítulo, pues, entramos in medias res a la trama, y allí vemos la fuga de los héroes del campo de esta secta "nazi", seguido por el verdadero comienzo de su navegación hacia Roma. Las peripecias que siguen mientras los romeros viajan con todo tipo de peligro por los mares nórdicos de Europa, los llevan a conocer corsarios y a otros género de aventureros que a veces huyen de la justicia o casi ocasionan la muerte de los personajes de la novela.

      El Libro II se desarrolla en la utópica Isla del Rey Policarpo y sus dos hijas, que les brindan a los peregrinos aparente y generosa hospitalidad. Como ya desde el Libro I los novios enfrentaban varias crisis de celos, mientras escondían su verdadera relación amorosa y su deseo de casarse al llegar a Roma, el argumento en esta segunda parte gira sobre todo en torno al de la fidelidad o la desconfianza entre los amantes, tomando intensidad a la llegada de Periandro y Auristela al reino de Policarpo, ya que el viejo monarca a sus casi 80 años queda locamente prendado de Auristela,  mientras que su hija Sinforosa a su vez pierde tanto los estribos por Periandro, que padre e hija se confiesan sus amores y combinan fuerzas para maquinar en equipo que los protagonistas se olviden de su voto de ir a Roma y de mantener su castidad.  A lo largo de estas escenas Cervantes luce la suma elegancia del género epistolar y hasta detectivesco, pintando un número de escenas de intriga y de expresivos discursos de amor, tanto fingidos como verdaderos, donde los protagonistas o sus pretendientes casi llevan al traste el peregrinaje. También el mismo Libro II, Periandro les cuenta a los otros peregrinos y a sus anfitriones del palacio del corrupto rey, importantes episodios que habían vivido él y Auristela  juntos o separadamente, antes del primer capítulo de la novela. Estos relatos le permiten al lector ver de forma más lineal y practicamente completa la trama del principio de la novela y cómo fue que ellos habían sido separados poco después de partir de su país y caer en manos de corsarios y de la trata de blancas de la secta mesiánica. El Libro II finaliza con la fuga de la Isla de Policarpo que organiza mayormente Auristela con los engaños y mucha astucia, y así los peregrinos siguen viaje hacia la parte europea de Tierra Firme y eventualmente a Roma.

En la tercera parte, o Libro III, los romeros desembarcan en Lisboa, donde visitan las primeras iglesias católicas, viniendo ellos de países recientemente convertidos al protestantismo. En Portugal adoptan su atuendo de limosneros itinerantes para dirigirse a Italia a través de España, y Francia, viéndose pronto involucrados en una serie de situaciones de carácter moral, religioso, y político, hasta que por la antigua Via Francígena que atraviesa Lucca, llegan a las afueras de Roma. De notar al final del Libro III es la constante temática de todos sus capítulos del abuso de la mujer y hasta de la prostitución; pero Cervantes también arremete contra lo que se pudiera ver como la industria del peregrinaje en esa época, e incluso contra el problema morisco en España. Por supuesto que en estos capítulos impera también el tema de los celos (muchos de éstos, a muerte), y hay una escena donde lo erótico y la venganza se unen de una forma atrevida, insólita para esa época, en el drama de una condesa llamada Ruperta que se enamora del hijo del asesino de su marido. La escena, pintada toda en dramáticos chiaroscuros,  parece una pintura del gran Caravaggio, activo en Roma en esos momentos! La aparición, sin embargo, de un ermitaño llamado SOLDINO, que les sale al paso a los peregrinos poco antes de terminar el Libro III, lleva el libro al mundo de las novelas de caballerías pero a la vez a la de los secretos propios de Cervantes como artista, ya que el viejo en su mundo subterráneo les revela a los peregrinos los secretos, según él, de la felicidad y hasta de la creación artística.

El Libro IV de la novela se da inicio en una de las pequeñas ciudades que es puerta de la región del Lazio,  llamada Acquapendente, y allí los romeros conocen a un Peregrino de Aforismos, que les pide firmar de manera única y personal un protocolo que lleva de sentencias de vida, y que está ya al punto de publicar, con frases de los viajeros más singulares que ha topado por los caminos.  Pero lo más importante de este libro es la llegada, finalmente, a Roma, y la serie de desafíos que los romeros tienen que superar al entrar a la Ciudad Eterna por la Porta del Pópulo, donde escuchan a un peregrino desconocido cantarle un soneto de elogio muy altisonante a Roma. En la Ciudad Eterna, pues, Periandro, Auristela, y el grupo pequeño de peregrinos que aun están con ellos, terminan de cumplir los votos religiosos de su viaje, pero no sin antes atravesar dos o tres crisis que casi terminan en tragedia, por ejemplo, el envenenamiento de Auristela por una galerista que se enamora de Periandro y al verse rechazada lo hace ser prendido como ladrón nada menos que por la Guardia Suiza del Papa. La misteriosa enfermedad de Auristela en su lecho de muerte, que elimina momentaneamente su mítica belleza, se convierte en la prueba más grande del amor y la fidelidad de él a la princesa, ya que él aun insiste en que ellos cumplan su voto de casarse, pero ella dice que si vive entrará en un convento . Cuando Periandro se marcha del lado de la muchacha y se dirige de vuelta a su país, en los predios romanos de la Basílica de San Pablo Extra Muros, suceden una serie de sucesos inesperados que vuelven a juntar a Periandro y Auristela de manera prodigiosa, incluso la llegada en escena del hermano mayor de éste, que había sido en principio el prometido de la bella Sigismunda. Con este evento, más la casi muerte de Persiles cuando es traspasado por una espada allí en escena por un criado de la mujer que había envenedado casi a muerte a Sigismunda, termina la obra con la muerte del hermano de Persiles en ese momento pero no antes de que juntar las manos de los amantes en matrimonio, a pocos pasos de la basílica del Apóstol allí en las afueras de Roma. 

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Parte Dos

La Reina Madre … casamentera

 

      No es fácil resumir en una sinopsis el asunto de Persiles y Sigismunda. Y no es porque tenga 4 Libros o partes principales ni un batallón de personajes secundarios. El hecho de que cada una de dichas partes cuente a su vez de 23, 22, 21, y 14 capítulos tampoco es la causa de la dificultad.

      Una de las dificultades viene de que hay móviles o personajes que son importantísimos, hasta centrales, pero que aunque son mencionados textualmente haciendo esto o aquello el lector no se percata de lo que dice el texto sino tras una tercera o cuarta lectura del libro.  

      Esto pasa con la reina madre de Persiles en Noruega y el papel que ella juega en la peregrinación de su hijo a Roma con la princesa de Frislandia, Sigismunda.

      Lo que hace difícil captar claramente a Eustoquia se debe a varios factores: uno es que la historia comienza in medias res cuando Persiles y Sigismunda llevan ya más de un año de viaje y se encuentran en una encrucijada de vida o muerte tan complicada que deja espacio para hablar del principio del viaje. Incluso después de ese trance inicial, cuando los peregrinos comienzan a hacer camino hacia Roma, como ellos cuidan de que nadie sepa que ellos son príncipes nobles, enamorados, y no los hermanos Periandro y Auristela que usan como nombres, allí tampoco escuchamos hablar de la reina Eustoquia por la obvia razón de que tal mención de noblezas pondría en mayor peligro el pasaje de los jóvenes a Roma.

Para llegar a entender, en fin, que el viaje de fuga ellos fue totalmente arreglado por la reina Eustoquia – viaje de matrimonio y todo, solo que al llegar a Roma que es la meta del camino que ellos sí admiten, o sea, la de convertirse de lleno a la fe católica – el lector tiene que llegar a los últimos capítulos de la novela, cuando un personaje que había sido el ayo de Persiles aparece en escena y le cuenta todo a un amigo peregrino de los novios, sin saber que el príncipe lo está escuchando del otro lado de los árboles que enmarcan la escena.

      Sigismunda, según se entiende aquí, fue en principio la prometida de Maximino, el hermano mayor de Persiles, que era a su vez el heredero al trono al llegar a la mayoría de edad. También se aprende aquí que cuando la bella princesa llega a Tile procedente de Frislandia, su propio reino estaba en peligro de ser invadido por fuerzas enemigas. Lo más grande, sin embargo, es que la reina Eustaquia era viuda, y que le tenía más fe a Persiles que a su hermano mayor como eventual esposo de Sigismunda. En fin, que cuando la reina, como buena madre, se entera de que Persiles está tan enamorado perdido de la princesa que ha comenzado a dar serias señales de enfermedad por comprender que ella nunca será suya, Eustoquia se decide a sacarlos del país y arreglarles un peregrinaje de bodas a Roma, bajo identidades falsas.

      Persiles escucha, pues, desde su escondite la noticia de que Maximino acaba de llegar desde los mares del norte y que está a punto de llegar a Roma a reclamar su dama, a pesar de encontrarse enfermo de malaria cerca de Nápoles. El príncipe heredero Maximino, había finalmente dirigido su nave y sus asuntos a la consecución de su matrimonio con Sigismunda, a la que nunca había conocido en persona sino en retratos, y esta noticia nos lleva a los lectores al último precipicio amoroso de la novela. Ensartando, pues, tramos anteriores del libro donde “Periandro” y “Auristela” revelaron otros detalles de su partida de Noruega, nos percatamos de que la matriarca noruega no solamente les organiza a nivel práctico a los amantes la fuga, es decir, con marinero o capitán, nave, y todo, sino que les tiene que haber dicho cuando los abrazaba en la despedida que les daba su bendición con unas joyas de familia que tenían un valor más que material.

Eustoquia, en ese punto, como dice el antiguo modismo castellano utilizado por Cervantes en su relato, pone haldas en cintas para lograr la fuga de Persiles con Sigismunda como peregrinos. Como romeros. Pero al darles unas joyas de familia tan importantes, diríase que joyas de la corona, que son un crucifijo de diamantes y dos perlas muy valiosas, la suya es una acción y una bendición de estado y de iglesia.

De parte de Cervantes, y no obstante esto ocurrirá en el mundo ideal de su relato, con la boda en Roma de Persiles y Sigismunda y el dato de que ambos personajes viven hasta que llegan a conocer a sus bisnietos, la historia de su viaje es también la de la conversión de su país escandinavo en un reino católico.

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Parte Tres

La madre en la voluntad de Persiles

      La fuga, pues, amorosa, de la pareja de la novela, su elopement, late debajo de la religiosa o de conversión de Persiles y Sigismunda al catolicismo al llegar a Roma, pero la aventura es más compleja porque como envuelve a la reina madre, que se pudiera decir la protagoniza y la monta como sabotaje al acuerdo hecho entre ella y la otra reina, Eusebia, de que Sigismunda se esposa con Maximino un tercer nivel de eventos y fuerzas forman una especie de collar narrativo con los dos que resumimos más arriba, y es el que tiene que ver con el carácter y destino de Persiles/Periandro.

      Los últimos segmentos, pues, del mosaico los expone el ayo del príncipe, un tal Serafido, que había criado a Persiles desde su infancia, y que él se temía fuera a ser muerto por Maximino para llevarse éste a la muchacha. Serafido, como no pocos personajes de la novela, aparece deus ex machina  al final del libro, cuando parece que Persiles se marchará de Roma sin casarse con Sigismunda, creyendo que la princesa a fin de cuentas se quiere hacer monja. Esta circunstancia es muy importante, pues confrontan a Persiles con Maximino, su hermano mayor que acaba de llegar desde los mares del norte y que está a punto de entrar a Roma a reclamar su dama, a pesar de encontrarse él enfermo de malaria, o con las mutaciones.

      Pero si bien es difícil el antagonismo que presentará Maximino como hermano mayor y primer prometido de Sigismunda, Persiles ahora tendrá que llegar a sentir como aun más fuerte la bendición moral que recibió al partir de Tile/Noruega con su novia secreta. La esencia de esta bendición la tiene que haber sentido Persiles a lo largo y ancho de los más de dos años de Las peripecias…, como impulso vital y fuego de su valentía, y gracias a la cual se enfrenta a los peligros que se anteponen en su camino. Por supuesto que la novela cuenta la historia de la pareja, y muchos de sus más intensos capítulos nos muestran lo que él y ella sentían -- sobre todo los celos -- cuyo tema es tan importante en la novela. Efectivamente, a mi modo de entender, El Persiles es una especie de tratado en prosa del tema del conjunctio opositorum de los alquimistas, de la unión de los opuestos, o el arquetípico emblema del animus y el ánima que se funden al final del proceso de sabiduría y de la búsqueda de la piedra filosofal, pero no sin antes sentir fuerzas contrarias, u opuestas. Pero todo este discurso anímico o filosófico es demasiado elevado y complejo para el asunto de carácter familiar que yo quisiera subrayar aquí – que, como dice una de mis hermanas, es arena de otro costal.

      Desde una perspectiva más llana y no alquímica, en lo que se refiere al héroe Persiles y su fuerza moral, yo creo que él saca ciertamente sus primeras fuerzas, las de su coup de foudre o amor a primera vista por la absolutamente bella Sigismunda, para llevar a cabo el largo, largo viaje hacia ella le será necesaria la fuerte figura de su madre, sin la cual no hubiera haber podido zarpar de la gélida Tile rumbo a la sacrosanta alma-ciudad de Roma, como la llama en su hermoso soneto Cervantes al final de su novela.

      El final es el principio.

      O, una mano lava la otra, y las dos lavan la cara.

      Eustaquia es su madre y es su nave. Sigismunda es el fin del camino, del cual se enamora el príncipe al principio, y que solo puede llegar a realizar al finalcomo unión completa con la otra mitad de su alma en la Roma de las reliquias y del credo de todos los (entiéndase) católicos amantes peregrinos.

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